Alejandro León
Según se cuenta, san Juan -el evangelista- y la Virgen
María, tras la muerte de Jesús, se instalaron en Éfeso dos veces: una entre los
años 37 y 48 d.C. -con la Virgen María- y tras su muerte, San Juan acudió de
nuevo a Éfeso para escribir su Evangelio en la colina que preside Selçuk, la llamada
Ayasuluk. La creencia popular decía que los restos de San Juan estaban
sepultados en una tumba del siglo IV, así que en el siglo VI, el emperador
Justiniano erigió la impresionante Basílica de San Juan en la colina que
albergaba sus restos. Con el paso del tiempo, los sucesivos terremotos y el
robo de materiales la fueron convirtiendo en un montón de escombros hasta hace
un siglo, cuando se comenzó a restaurar. Ya no conserva prácticamente nada del
edificio original, pero sigue siendo un rincón que impresiona por su
importancia histórica. Fue considerada una maravilla del Mundo y durante la
Edad Media, miles de peregrinos acudían a la misma. Aún se conserva la puerta y
los escalones de mármol de la entrada, que nos permiten hacernos una idea de lo
grande que fue. Las vistas, desde dentro son muy bellas. Por todas estas
razones, es un lugar que merece la pena visitarse.
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