Aurelia Brignoli
La palabra Acrópolis proviene del griego ἄκρος, (extremo) y
πόλις,(ciudad), y hace referencia a la parte más alta de una ciudad. En la
actualidad se suele restringir el término a la parte más alta de las antiguas
polis griegas, aunque también se puede utilizar para ciudades romanas y de
otras civilizaciones. Con la intención de disponer de una mejor defensa, los
primitivos pobladores emplazaban sus asentamientos en elevaciones naturales del
terreno, preferiblemente con bordes escarpados. Con el tiempo, esta zona
elevada se convertía en el núcleo a partir del cual iba desarrollándose el
crecimiento urbano. Así nacieron ciudades como Atenas o Roma, la cual fue
resultado de la unificación de siete poblados ubicados en sus respectivas
colinas. Debido a la situación privilegiada, las acrópolis solían albergar los
edificios más emblemáticos, como templos o plazas de reunión (ágora), y en
ellas se reunían las personalidades de la ciudad o se celebraban actos
importantes. La acrópolis más conocida es la Acrópolis de Atenas, que incluye
el Partenón en honor a la diosa Atenea.
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